Hay quien no quiere creerlo, e incluso hay quien por filosofía de vida e ideología se niega a admitir que es cierto, pero la realidad es que nos estamos cargando el planeta, y es curioso porque nadie quiere tener una casa oscura, llena de basura, con aire irrespirable y donde es incómodo vivir, pero nos empeñamos en destrozar la casa de todos. El cambio climático es real, tangible y científicamente demostrable, y como él también lo son los datos que demuestran que nuestro modo de vida está matando animales, destruyendo espacios naturales y provocando la muerte por contaminación de miles de personas cada año.
Greta Thunberg es solo una niña, nació en 2003 y supuestamente tiene mucho que aprender pero, sin embargo las lecciones que nos da a la mayoría son indiscutibles. Como activista medioambiental es fantástica e ilusos como yo pensamos que, siendo tan niña, aunque medio mundo se iba a lanzar contra ella, las autoridades públicas no lo harían, aunque solo fuera por imagen. Solo hay que ver algunos comentarios de Donald Trump para comprobar lo equivocados que estábamos. No solo se enzarzan con ella en interminables debates cogidos con pinzas, sino que además insultan su condición asperger, como si eso fuera algo que insultar.
Pero como decimos, es solo una niña, y no puede ser ni debe ser otra cosa. ¿Y por qué digo esto? Pues porque el tema del Covid19 está demostrando que tenía razón que ahora todo el planeta deberíamos ponernos sus discursos por Bandera, algo que no pasará. Pero ¿por qué creemos que la crisis sanitaria le ha dado la razón a Thunberg y a todos aquellos que piensan como ella?
Agárrense que vienen curvas
Todos estamos hartos de esta situación pero aun suponiendo que consigamos vencer el coronavirus en breve, cosa que yo dudo, son muchos los que creen que vendrán otros virus y aquí nos topamos con el primer motivo por el que los activistas climáticos se merecen un reconocimiento: los expertos creen que tanto el Covid19 como otros virus que vendrán podrían estar favorecidos por el cambio climático.
Por un lado los animales que antes vivían en espacios muy acotados del planeta se están viendo obligados a “emigrar” a otros lugares debido al cambio climático. Esto provoca que traigan con ellos virus que portan en la piel, en la sangre y en sí mismos hasta nosotros. En otras palabras, no es que la base de esos virus no existieran ya, es que ahora están llegando hasta nosotros y como consecuencia están mutando hasta afectar también al ser humano. Y es que, como dice la organización internacional dedicada a la defensa de la naturaleza (WWF), muchas de las enfermedades emergentes como el Ébola, el sida, la gripe aviar o el nuevo coronavirus no son catástrofes completamente aleatorias, pero sí consecuencia indirecta del impacto de la acción humana en los ecosistemas naturales.
Y esta es solo la primera de las razones por la que debemos agachar la cabeza cuando pase Thunberg o cualquier otro activista medioambiental que intentaba avisarnos del problema porque tras la paralización de la sociedad, en la mayor pare del planeta, se ha vivido la mayor caída de emisiones de CO2 de la historia, lo que viene a demostrar que los culpables de la contaminación medioambiental somos nosotros. Si paramos, la contaminación para, así de sencillo. ¿Y eso implica tener que cambiar nuestro modo de vida? Pues por supuesto que sí, pero no necesariamente implica tener que perder calidad de vida.
El transporte es uno de los mayores emisores de CO2 pero como bien nos indican desde Scoomart hay alternativas de movilidad que empiezan por los vehículos eléctricos cargados, por supuesto, con energías renovables. Y es que ellos apuestan por las baterías extraíbles para poder recargarlas en casa porque evita el problema de los puntos de recarga y la necesidad obligatoria de tener un garaje privado. Eso sí, para que esa recarga sea totalmente renovable la energía de la vivienda debe provenir del sol, del agua o del viento, nunca de plantas nucleares o centrales eléctricas de energías no renovables.
Y ahora os cuento la mayor bomba de todas, el coronavirus podría empeorar el cambio climático a largo plazo porque según muchos expertos el descenso de emisiones que solo se debe a la parálisis económica acabará y cuando la sociedad se reactive en medio de una recesión, esas emisiones no solo volverán a subir sino que habrá menos dinero para abordar proyectos de transición energética.
Y es comprensible, porque para los padres lo primero son sus hijos, y del mismo modo, para los Gobiernos lo primero serán sus ciudadanos, y eso significa que otras cuestiones que no tienen nada que ver con la reactivación de la economía van a quedar en segundo plano, como, por supuesto, la lucha contra el cambio climático.
Irónico ¿verdad?