La Navidad esta aquí. La tradición vuelve a casa o al menos lo intenta. Las calles iluminadas, el puesto de la castañera o castañero, los mercadillos navideños. Las bufandas rodeando el cuello para que le frio no nos pille en un renuncio. Escaparates elegante y convenientemente preparados para atraer la atención del viandante.
Estas fechas tan señaladas, cuentan en su haber con tantos defensores como detractores. Los fans navideños disfrutan enormemente de estas fiestas, alegría, compras, visitas; en tanto que, a otra parte de la población, el estrés que supone, la subida de los precios, las compras obligadas y etc. etc. les supone un esfuerzo para mantener la tradición.
Sin embargo, existe un nexo común entre unos y otros. Defensores acérrimos y tenaces detractores, olvidan todo lo que implica la Navidad (con lo bueno y con lo malo) cuando se encuentran con los dulces que solo se consumen en esta época del año (bueno cada vez esa época se estira más y empieza antes).
Como nos cuenta Adelia Ivañez, el turrón más tradicional endulza a cualquiera. Por poco que te gusten las navidades, degustar un pedazo de turrón o un buen mazapán, te hace viajar a otro lugar, a otra época, aquellas navidades de la infancia, donde eras feliz en nochebuena.
Sentarse al calor del hogar, con una bandeja de dulces típicos mientras mayores charlan y niños juegan disfrutando de un polvorón, es la estampa entrañable e ideal que se pretende cada vez que llega este momento.
La tradición, para muchos, pérdida o diluida por los tiempos que corren, en donde se ha perdido la esencia de lo que importa, permanece en algunas pequeñas cosas. Por otro lado, la vanguardia, la innovación supera con creces a esa tradición y hace mella en los recuerdos.
Si bien permanece parte de la mínima esencia de lo que era la navidad para muchos, las nuevas y adquiridas tradiciones imperan. Las cenas de empresa de adelantan semanas, las compras navideñas se aceleran para invitar al consumismo y los anhelados polvorones puedes encontrarlos en el super desde finales de septiembre.
Todo esto, puede aturullar en el mejor de los casos y en el peor, quitarte las ganas de tan ansiada fecha. Cuando llega el día ya has comido mazapán por un año, el turrón se te ha hecho bola y el roscón de reyes ha perdido su lugar como rey de las tradiciones.
Aun así, hay algo que permanece, aunque nos lo pongan antes de tiempo. Los dulces navideños siempre nos llevan al recuerdo, a recordar aromas, sabores, a buscar ese polvorón que no comías desde hace años.
A pesar de que estemos saturados si no de comerlos, si de verlos, cuando llega el día, sentarse a comer un polvorón rodeado de tus seres queridos, no tiene precio.
El recuerdo del aquel turrón duro, esos sabores a almendra, la pasta que se pegaba a los dedos, pero invitaba a comer más. Los pasteles de yema o el de gloria, el mantecado, las peladillas…
Dulce tradición
Escuchando a los mayores, siempre descubres algo. El recuerdo de las palabras de nuestros padres cuando hablaban del turrón de su época, nos hace pensar hoy, en el de la nuestra.
Cuando éramos niños, porque lo fuimos, nos decían: cuando yo tenía tu edad, solo había turrón duro, blando y de chocolate. Con suerte, guirlache. Polvorón de almendra y mantecados. Nos asombraba esa afirmación, puesto que, con nuestra edad, ya teníamos más variedad.
Al turrón chocolate, se unió el de yema, el de chocolate y almendra, los pasteles de gloria y yema y los mazapanes, entre otras delicias. Que, en tiempos más remotos, también existían, pero la distribución en ciertas zonas no era como es en la actualidad.
Polvorones y mantecados de la estepa, bolas de coco, frutas de Aragón, peladillas, turrones de varios sabores que no te hacían gracia, como era el de frutas.
En las mesas de cada casa, podías encontrar bandejas de suculentos dulces y frutos secos, haciendo gala de tradición y hospitalidad. Las pasas y orejones quedaban relegadas en pro de las nueces, castañas o avellanas.
Indudablemente, entre los más pequeños, el rey era el turrón de chocolate. Daba igual lo que pusieran delante, el popular y tradicional turrón de arroz inflado volaba de todas las bandejas.
Así era y seguramente aun siga siendo en algunas familias. La llegada de la navidad, imponía esos turrones. Sentarse a la mesa después de esa copiosa cena de nochebuena y compartir esos dulces, que sin saber muy bien porque, siempre encontraban su lugar en el estómago repleto de otras cosas.
Como los dulces nos acompañaban durante esas dos semanas escasas de vacaciones, cuando se acercaba el día de reyes, otro suculento dulce, otra tradición causaba tanta expectación como furor: el roscón.
Poder comer un buen roscón de reyes, era algo que solo podía hacerse en la tarde noche de reyes y al día siguiente. Tras el día seis de enero, la navidad desaparecía de nuestras vidas hasta la próxima.
Pero el roscón hacia olvidar los turrones, el Mazapán y los mantecados. Un buen trozo de roscón, solo o con nata, para tomar junto a un buen chocolate caliente, como manda la tradición. Como antesala de la llegada de los Reyes Magos o como desayuno posterior. Lo importante era reunirse junto a ese majestuoso bollo que solo podía consumirse en ese momento tan especial del año.
Vanguardia de la tradición
La tradición, permanece. No ha desaparecido totalmente. Aun se conservan esos momentos, esos turrones, polvorones, mazapanes y el roscón. Siguen vigentes. Sin embargo, hay que decir que, ya no saben igual. Encontrar esos dulces típicos navideños que conserven ese sabor, olor y color, no es fácil
Para ello hay que recurrir a los pueblos, a lugares donde impera la tradición y no se salen de su norma. En el resto de lugares, puedes encontrar de todo, tradicional y vanguardista.
La evolución del turrón que a lo largo de lo que va de siglo, se ha convertido en un producto que lejos de lo artesano, cuenta con tantas variedades y sabores que resulta imposible probarlas todas. Innovadores y vanguardistas, de la mano de los mejores maestros reposteros, se han ido elaborando turrones de sabores inimaginables.
Arroz con leche, pistacho, tres chocolates, praliné… sabores normales en comparación con los turrones con sabor a patata frita, quicos o chocolate blanco con limón.
Polvorones que siempre han sido de almendra, ahora vienen con sabores, como los mantecados: coco, nuez, cacao… aunque para el más tradicional, siempre será el polvorón de almendra, envuelto en papel.
Algo que permanece incorruptible, es el mazapán, tradición que se conserva y no ofrece mayor novedad que el envase en el que se comercialice.
Sin olvidar el panettone y el pandoro, típicos de la tradición italiana, que aterrizaron en España hace años y han seguido evolucionando: puedes encontrarlos rellenos, cubiertos de chocolate, de tiramisú.
Otro grande de las fiestas que ha superado la tradición para ofrecer diferentes versiones de si mismo, es el roscón de reyes. La tradición manda que sea sin relleno o relleno de nata. La demanda consiguió que se rellenaran de nata, trufa o crema. Además de contar con recetas de vanguardia elaboradas por pasteleros de gran renombre.
Dejando a un lado la decoración con fruta, ahora puedes encontrarlos con diferentes acabados. Eso sí, todos indiscutiblemente buenos.
Con este breve repaso por la tradición dulcera navideña, solo podemos confiar en que se mantengan al menos los dulces más tradicionales e importantes de la gastronomía española. Independientemente de las mil versiones que puedan elaborarse de cada uno de estos manjares, lo fundamental es encontrar parte de la tradición en esa vanguardia culinaria.